Por José Antonio Ramos Rubio
El solar del actual Restaurante “Siglo XV” de Trujillo, perteneció en el siglo XVI al Hospital del Espíritu Santo, ubicado en la actual calle Francisco Pizarro. En los padrones urbanos anterior es al año 1900 se llamaba esta calle del Espíritu Santo debido al hospital de este nombre que se construyó en el siglo XVI.
A lo largo del siglo XIX se cambió aquella denominación de calle del Espíritu Santo por la de Francisco Pizarro, cuando don José Montalvo Martín, hijo de don José Montalvo izquierdo, construyó la hilera de casas que empieza en la que era su morada y que la antigüedad perteneció a don Jacinto María del Saz Orozco, según los informes que se encuentran en el archivo del linaje de los Saz Orozco.
Apenas se entra en la calle, se ve a la derecha este edificio que sorprende por su arquitectura y por la reciedumbre de sus muros, una cúpula se conserva lo que fue iglesia, una amplia portada de Intel haga y el escudo de las armas de los Orellana. Es el edificio del que fue hospital del espíritu Santo, convertido y en mesón o restaurante y otras viviendas.
Encontramos datos importantes en el manuscrito de Esteban de tapia paredes, año 1586 a 1590, crónicas trujillana, donde dice literalmente: “Las armas de los Barrantes están puestas con las de los Orellana es sobre la puerta del Hospital del Espíritu Santo en señal de haber hecho el hospital dos de estos linajes”.
Pero no solamente los caballeros de dichas familias contribuyeron a la edificación de este centro benéfico, pues, el 11 marzo de 1591, el Consejo mandó librar 300 ducados en limosna al Hospital del Espíritu Santo para la obra, por facultad de Su Majestad.
En este hospital estaba la Cofradía del Espíritu Santo a la que únicamente podían pertenecer quienes gozasen de hidalguía. De ahí es que, en diversos expedientes de pruebas de nobleza, se recurría por el pretendiente a atestiguar era cofrade de la del Espíritu Santo. Sirva de ejemplo el expediente que se guarda en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, sobre las pruebas de nobleza para confirmar el derecho de ser caballero de Santiago, don Diego de Espinosa paredes, quien presentó, entre otras, ha de estar inscrito en la Cofradía del Espíritu Santo, pues en ella ingresaban exclusivamente caballeros importantes.
En este Hospital del Espíritu Santo fueron huéspedes durante algún tiempo los franciscanos observantes mientras se terminaban las obras necesarias en el edificio que fue su convento. El 12 julio 1753, don Bernardino Torrejón y Velasco, superintendente de rentas reales de Trujillo y de su tesorería y subdelegado para el establecimiento de la única contribución de ella y pueblos de su departamento, hizo el catastro de esta ciudad, tanto de bienes eclesiásticos como de personas y entidades seglares, el que se guarda en el Archivo Municipal. A la 30ª pregunta del largo interrogatorio, inquiriendo bienes, deponen los testigos que “ a y otro Hospital llamado Hospital del Espíritu Santo donde se cura el gálico”.
Don Clodoaldo Naranjo en su libro “Trujillo y su tierra”, edición de 1923, dice: “ de la nobleza levantó el Hospital del Espíritu Santo”. El dominico fray Felipe de Meneses escribió unas reglas con una exhortación a la caridad por todos conceptos notabilísimo as, que solucionaron los litigios nacidos de la condición de nobleza que habían de gozar quienes fueran admitidos, con exclusión de villanos. Refiere algunos detalles sobre servicios a pobres transeúntes y termina con estas palabras: “Entre las muchas mantas que hubo a favor del Hospital del Espíritu Santo, figura una de gran valor en el año 1588 hizo su testamento el noble caballero Fernando de Orellana, que constaba de los bienes y edades siguientes, una Dehesa, casa, corral y molino de Mordazo , tercera parte de la Dehesa Valzarzoso; tercera parte de la llamada de don Lucas; mitad de la Dehesa de Carrascalejos. En conjunto rentaban aquellos años 200.000 maravedíes, con lo cual el Hospital del Espíritu Santo venía a ser una fundación de las más ricas de Trujillo, agregándose a su muerte la casa propiedad de dicho señor, que fue la que hoy día es posada (actual restaurante siglo XV), todo con la condición de no poderse enajenar sino era a favor del Hospital”.
Por la condición de nobles pertenecientes a la Cofradía del espíritu Santo, fue esta hospital muy favorecido por personas muy ricas. Así por vía de ejemplo podemos leer en el testamento de don Juan Pizarro Carvajal, con fecha 1596, un legado de 50 ducados y seis camas al Hospital del Espíritu Santo, y en otro testamento de don Álvaro Altamirano, firmaron Trujillo el día 6 diciembre 1682, después de mandar que le entierre la Cofradía del espíritu Santo de los caballeros de esta ciudad, de la cual dice ser hermano, ordena que ha dicho Hospital del Espíritu Santo se le entreguen 50 ducados por una vez para ayuda a la cura de pobres que se curan en él. Por este testamento sabemos que el Hospital del Espíritu Santo tenía importantes tierras, pues en la relación minuciosa de bienes y el testador hace, dice literalmente: “Tengo asimismo la Dehesa de las cañadas de Orellana, término de esta ciudad, y lindan con las cañadas del Hospital del Espíritu Santo y con la Dehesa de doña Lira, Río malgasta y otros linderos, y es vinculada la quinta parte por mi bisabuela doña Isabel de Paredes”.
En malas condiciones quedó el edificio por las destrucciones de la invasión francesa. Los tristes acontecimientos nacionales que se sucedieron, no permitiendo su reedificación testimonio de ello son los siguientes acuerdos del Ayuntamiento: “El uno de julio de 1839, di cuenta, dice escribano, de un memorial de don Vicente Hernández solicitando la compra del edificio arruinado llamado Hospital del Espíritu Santo y se acuerda pase a informe de la junta de beneficencia de esta ciudad. La junta resolvió en sentido negativo. Cinco años más tarde algunos vecinos solicitan en venta, al menos partes, de este edificio, y así el escribano el 20 febrero 1824 da cuenta de dos memoriales de Manuel Román y Antonio carretero, de esta vecindad, solicitando Manuel Román, bien para casa o construir una Tahona, la bóveda que fue iglesia y sacristía del Hospital del Espíritu Santo, y Antonio carretero el corral o atrio de dicho edificio para la construcción de una casa, y se acuerda la Comisión para qué reconozcan el terreno solicitado a los señores Antonio Nevado, Pedro Macayo y Francisco Lozano”.
El Ayuntamiento, a pesar de este acuerdo, no resuelve en sentido favorable la petición de los vecinos, sino que espera a enajenar todo el inmueble en un solo acto, y para ello recaba la superior autorización, que consiguió, según reza el siguiente acuerdo del 6 julio 1849: “El Concejo tuvo conocimiento de un oficio del señor jefe político, fecha 26 junio 1849, en que comunica la resolución de Su Majestad, autorizando a este ayuntamiento para que proceda a la enajenación, ascenso y en pública subasta, del edificio ruinoso, llamado Hospital del Espíritu Santo, perteneciente a beneficencia, y el ayuntamiento kurda se anunció la subasta por término de 30 días “.
A pesar de este plazo mensual, la subasta no tuvo realidad de consumación de contrato hasta el año 1850, y así el 3 mayo el Consejo conoce haber sido vendido ascenso el 3 marzo de este mismo año de 1850 el Hospital del Espíritu Santo a don José Montalvo izquierdo, mediante escritura pública otorgada ante el escribano don Pedro Pedraza, por precio de 12.333 reales más los censos en ella especificados.
Al visitar las dependencias del que fuera Hospital del Espíritu Santo, solamente encontramos digno de registrarse, una amplia sala que debió servir de enfermería. Llama la atención su bóveda de ladrillos que construirá conforme a la teoría de las bóvedas vaídas, es un ejemplar de importante valor arquitectónico. La Iglesia se conserva la cúpula. A la izquierda de la fachada central campean, sobre una cartela berroqueña los roeles de los Orellanas. La portada es adintelada.
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