Cronista Oficial de Tornavacas
Buceando entre miles de partidas de los libros sacramentales de los archivos parroquiales (bautismo, matrimonio, defunción…), uno se encuentra con una información muy variada que nos habla de muchas cosas del pasado: la procedencia de nuestros antepasados, los pormenores de los matrimonios o las causas de la altísima mortalidad infantil de los siglos pasados…en fin, unos datos que nos ayudan a conocer con bastante detalle cómo eran las sociedades del pasado.
En Tornavacas, afortunadamente, tenemos libros sacramentales que se remontan al siglo XVI. Y ellos nos proporcionan una información de gran interés para conocer a nuestros antepasados y también nos sirven para hacernos una idea bastante real de cómo era la vida hace siglos.
Por
De entre la abundante información que se puede extraer de estos libros, hoy traemos una curiosidad de entre las muchas que se pueden encontrar: la de los niños expósitos. Criaturas que, con pocas horas de vida, eran «expuestas» en domicilios particulares o en lugares señalados del pueblo. ¿Y qué quiere decir «expuestas»? Pues que eran dejados en un sitio, por su madre o padre biológico, para que fueran vistos y recogidos por otras personas. ¿Y por qué ocurría esto? Pues el motivo de esta práctica tiene muchas explicaciones: eran criaturas que nacían de relaciones previas al matrimonio, fuera de este o simplemente eran tenidos por familias que no los podían mantener o hacerse cargo de ellos.
Veamos un ejemplo del siglo XIX. Una partida de bautismo del año de 1853 de un niño expósito, cuyo nombre puesto por el párroco omitimos -aunque sería fácil de averiguar pues se los solía poner el nombre del santo del día en el que nacían-, que nos dice así:
«XXXXXXX, de padres desconocidos.
En la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de esta villa de Tornavacas, en diez de enero del año de mil ochocientos cincuenta y tres, yo el infrascrito Cura Rector de ella, bauticé solemnemente a un niño que nació el ocho de dicho mes y año y puse por nombre XXXXXX, hijo de padres desconocidos aparecido a la puerta de su Iglesia de esta villa con una papeleta de haber nacido el ocho expresado y habiendo recibido agua fue su madrina Amalia Merino de esta villa y lo firmo. Jesús María Jiménez [párroco de Tornavacas]»
Estos niños expósitos, por esta razón de ser «expuestos» en lugares públicos y al no tener padres conocidos, solían recibir el apellido Expósito. En otros casos, tras ser bautizados, también solían recibir el apellido Iglesias. Algunos encontraban familia o lugar de acogida mientras que otros fallecían a las pocas horas, especialmente en invierno, a causa de las condiciones climatológicas que soportaban durante el tiempo en el que permanecían «expuestos».
En Tornavacas, de los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX y XX, tenemos localizadas más de 100 partidas de bautismo de estos niños expósitos que eran dejados en lugares públicos como la calle, caminos o, directamente, en las puertas de las casas de vecinos que se sabía que iban a cuidar de ellos. Y es que este fenómeno fue muy común en siglos pasados y de ahí la creación de lugares como las casas cuna, hospicios o casas de expósitos, en donde se acogían a estos niños y niñas.
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