Vista de Casas del Castañar desde El Torno. Imagen: wikipedia.org

A menudo cometemos el error de pensar que la innovación solo ocurre en los grandes parques tecnológicos de las capitales, entre cristal y silicio. Sin embargo, a veces las ideas más revolucionarias nacen manchándose las manos de tierra, allí donde el pasado y el presente deciden sentarse a hablar.

Esta semana, los focos de la Asociación de Extremadura para la UNESCO han apuntado hacia un rincón del Valle del Jerte que nos ha dado una lección magistral sobre sostenibilidad. No ha sido por una app de última generación, sino por algo mucho más tangible y necesario: el “Proyecto Cimbra. Participación y Sostenibilidad en el Valle el Jerte” presentado por el Ayuntamiento de Casas del Castañar y promovido por la Asociación Cimbra.

¿Por qué este reconocimiento es diferente?

Lo que hace especial a este galardón de «Comunidad Sostenible» no es el trofeo en sí, sino lo que valida. El proyecto Cimbra ha logrado algo que muchos teóricos del desarrollo rural persiguen sin éxito: conectar la arqueología con la ganadería y la agricultura.

Piénsalo un momento. En lugar de tratar los restos arqueológicos como piezas de museo frías y distantes, o el campo como un mero recurso a explotar, Casas del Castañar ha entendido que todo es parte de un mismo ecosistema. Han apostado por un modelo donde:
-El conocimiento es circular, los saberes agro-ganaderos de los mayores no se pierden, se integran como herramientas vivas para gestionar el paisaje hoy.

-La comunidad es la protagonista, no es un plan impuesto desde un despacho lejano; es una defensa de los valores locales hecha por y para los vecinos.

-El patrimonio se vive, la historia del lugar no se visita, se habita.

Premiar estas iniciativas nos manda un mensaje claro: el futuro sostenible no consiste solo en paneles solares y coches eléctricos. La verdadera sostenibilidad empieza por entender quiénes somos, qué pisamos y cómo podemos vivir de nuestro entorno sin agotarlo, sino enriqueciéndolo.

Casas del Castañar nos ha enseñado que cuidar el campo y nuestro patrimonio cultural, no son actos de nostalgia, son actos de resistencia y de futuro.

Enhorabuena a los vecinos por recordarnos que, a veces, para avanzar, lo más importante es saber mirar hacia abajo, hacia la tierra que nos sostiene.