La arquitectura del cementerio municipal de Riolobos (1885), obra de Vicente Paredes

La arquitectura del cementerio municipal de Riolobos (1885), obra de Vicente Paredes

Cronista Oficial de Riolobos

El 31 de octubre de 2022, víspera del día de Todos los Santos, presentamos en Riolobos los resultados de nuestra investigación sobre la obra y autores del cementerio municipal de 1885. Ya lo habíamos hecho previamente en los LI Coloquios Históricos de Extremadura en Trujillo (sept-2022). Nuestro objetivo fue presentar toda la documentación recuperada en los distintos archivos provinciales, y también en el municipal, sobre la gestación y realización de este singular edificio, obra inédita del arquitecto Vicente Pa­redes (1840-1916), que fue ejecutada por el contratista y maestro cantero riolobeño Santos Pu­li­do Calvo (1845-1896). El conjunto, situado sobre una colina amesetada, próxima al pueblo, se muestra como verdadero hito urbano integrado en el paisaje rural y como una especie de vértice geodésico del entorno próximo.

En una monografía sobre esta obra, publicada en 2024, hicimos una breve introducción sobre la historia de los ritos de inhumación que se realizaban desde finales del XVI en la iglesia parroquial de Santa Catalina, con una diferenciación selectiva entre las naves de seis, nueve y doce reales. En ella señalábamos que hasta principios del XIX no comienzan los enterramientos en el camposanto adosado a la iglesia, en el lado sur.

Los primeros intentos de construir un cementerio «ventilado», en las afueras del pueblo, datan de 1862, cuando el Gobierno Civil de la provincia insta a la Corporación municipal a construir, con suma premura, un nuevo cementerio alejado de la población para evitar la insalubridad del «lugar céntrico y estrecho» que era el cercado del camposanto citado. En los cuatro primeros años de la década siguiente comienza a aparecer en los presupuestos municipales una asignación para dicha obra de mil quinientas pesetas, que pronto sería de dos mil quinientas. Pero en ninguna de estas dos décadas se lleva a cabo, aunque se intentó señalando como lugar apropiado el llamado de los «Tejares» en una zona al poniente del pueblo. Será en el presupuesto de 1884-85 cuando la Comisión de presupuestos, formada por el alcalde Manuel Calvo y los concejales José González Monroy y Juan Egido Iglesias, incluye una partida de alrededor de once mil pesetas para la misma. Y a partir de aquí se inicia todo.

En sesión celebrada el 12 de octubre de 1884 se acordó elegir al arquitecto placentino Vicente Paredes Guillén para la dirección facultativa y para la realización de planos, proyecto y memoria, que en menos de dos meses llevaría a cabo. Tras la publicación de los anuncios de la sesión de subasta en el BOPCC, se convocó el 1 de marzo una sesión para la licitación de la obra, que fue adjudicada al citado alarife y cantero de Riolobos, Santos Pulido Calvo. El terreno, en el sitio de Calzones, al SW del pueblo, reunía todas las características físicas y de ubicación, adecuadas para la construcción del cementerio. Allí se compró a varios propietarios una superficie suficiente para todo el cercado y también varios metros para hacer el camino de acceso desde el pueblo.

Quizás el documento de mayor interés que hemos analizado sea la Certificación o Liquidación de la obra, realizada por Vicente Paredes, en la que, de manera precisa y muy pormenorizada, da cuenta de toda ella incluyendo estructuras constructivas, materiales, metros e importe de cada unidad de obra. Ese documento nos ha permitido describir todos los elementos arquitectónicos que conforman el edificio, a falta de la memoria y planos que no hemos encontrado en los archivos. En la citada certificación el arquitecto incluye también la «obra adicional de una alcantarilla sita en la Cagancha dentro del pueblo». Se trata de un pequeño puente, en la calle de este nombre, que hubo que construir como tal obra adicional para permitir el paso de la comitiva fúnebre desde la iglesia, por la calle Real, hasta el cementerio. Las avenidas periódicas del arroyo que conocemos como «la Zabancha» sólo podían salvarse con la construcción de esta alcantarilla.

Del acto oficial de la bendición del lugar el 8 de octubre, a las 4 de la tarde, tenemos información por el «Acta de Bendición» inserta en el Libro de Defunciones de la parroquia de Santa Catalina correspondiente a esos años. La realiza el notario eclesiástico (y también concejal y luego alcalde, y comerciante y ministrante, etc) José González Monroy. Con él firma el cura del momento, Martín Curto. En el acta se incluye el nombre de la primera persona que es inhumada en este nuevo cementerio municipal al día siguiente, el 9 de septiembre. Se trata de Blas González Mesa, natural de Galisteo y vecino de Riolobos, de oficio carpintero, casado con Encarnación Martín.

De especial interés son las listas de jornales y personas que realizaron, en el lugar, la explanación, nivelación del terreno, la «apertura de la zanja ó calleja del oeste», el «enrollado de 24 metros cuadrados á la puerta del cementerio» y «la traida y colocacion de hitos en el paseo exterior». Se emplearon seis semanas que, empezando el 20 de julio, con alguna interrupción, terminaron el 25 de octubre. El pago de los jornales era desigual dependiendo de la capacitación, edad, sexo, y disposición de caballerías, de los y las participantes. En la segunda semana trabajaron seis mujeres.

A partir de toda la información aportada en la certificación de la obra, podemos hacer una breve descripción de la arquitectura del cementerio en los siguientes términos:

«El edificio central de la fachada consta de un atrio cua­dra­do de unos 3 m de lado. En su parte oeste, una capilla con ar­ma­dura de madera y cubierta de teja; enfrente, un depósito del mis­mo tipo. Las cuatro paredes del atrio están perforadas por sen­dos vanos con arcos ojivales. Los del oeste y este sirven de puer­ta de la capilla y del depósito, y los otros, de acceso al atrio y al cementerio. Las esquinas de este espacio de entrada tienen pila­res, rematados al exterior con pináculos cónicos y cuatro mol­duras angulares en los lados. Además, en las dos esquinas de ca­pilla y depósito, en el interior del recinto, de nue­vo dos pilares con pináculos piramidales. Este conjunto de elementos (pilares, pi­ná­culos, arcos oji­va­les) complementa la singular cúpula cónica so­bre el atrio de en­tra­da. La bóveda in­terior, de fábrica de la­dri­llo, es doble. Un primer cuerpo tron­co­cónico de “bóveda de ½ pié” que apoya sobre cuatro pechinas y encima otra superior “de á tercia” que remata el conjunto. Al exterior es un perfecto cuer­po cónico que aporta una sorprendente coronación al edificio».

Realmente el constructor debió sentirse orgulloso de lo realizado. Por eso dejó su firma de manera sutil y visible para todos. En la cruz de hierro que corona la cúpula cónica, soldadas al travesaño, hay dos chapas metálicas perforadas con las letras S.P. En definitiva, estamos ante una singular construcción, en la que el alarife dejó su impronta y dio una adecuada respuesta técnica al proyecto de Vicente Paredes. Nos dejó una obra destacable por su belleza constructiva, su funcionalidad demostrada y su utilidad pública de primer orden.

Para ampliar información:

LUCÍA EGIDO, José Vidal: El cementerio municipal de Riolobos de 1885, obra inédita de Vicente Paredes y Santos Pulido. Coloq. Hcos. de Extremadura. Trujillo, septiembre de 2022. Y Dos obras públicas de Riolobos del s. XIX: El cementerio municipal de 1885 y el reloj de la torre de 1883. Diputación Provincial de Cáceres. Cáceres, julio de 2024.

Feliciano Rocha Pizarro, sustituto del cardenal Segura

Feliciano Rocha Pizarro, sustituto del cardenal Segura

Francisco Rivero
Cronista de Hinojal (Cáceres)

A finales de septiembre, mientras me encontraba de visita en Perú (Lima, Cuzco y Machu Picchu) con motivo del Congreso Mundial del Skal, la asociación de altos profesionales del sector turístico, del que he tenido el honor de ser su presidente de Skal España 2024/2025 y vicepresidente fundador, en Venecia, de Skal Europa, se celebraba en Trujillo la edición de los Coloquios Históricos de Extremadura, en los que vengo participando desde 1988, en los que se trata, en profundidad, temas que tienen que ver con la historia y cultura de nuestra tierra. Este año, en concreto, presenté una ponencia de unos 30 folios, mostrando el original de la carta que escribió el hinojaliego don Feliciano Rocha Pizarro a don Niceto Alcalá – Zamora, presidente del Gobierno provisional de la República el 17 de junio de 1931, por la expulsión de España del cardenal don Pedro Segura, arzobispo mitrado de España con sede en Toledo, siendo don Feliciano su obispo auxiliar y vicario general

Feliciano Rocha Pizarro, nació en 1870 en Hinojal (Cáceres) y falleció en Plasencia siendo su obispo en 1945. Fue sacerdote en San Vicente de Alcántara y en las parroquias de San Mateo y Santiago de Cáceres capital. Coincidió con Pedro Segura cuando éste era obispo de la diócesis de Coria, donde Rocha Pizarro fue profesor en el Seminario. Debió causarle tan buena impresión que cuando Segura fue nombrado arzobispo de Toledo y primado de España, le llamó para ser su obispo auxiliar y difundió su labor apostólica a través de la Acción Católica. Tuvo que sustituirle tras ser expulsado el primado por las autoridades de la República Española en junio de 1931.

El 17 de junio de 1931, el presidente del Gobierno de España era Niceto Alcalá-Zamora, quien lideraba el Gobierno Provisional de la Segunda República Española. Este gobierno se formó tras la proclamación de la República el 14 de abril de 1931 y la salida de Alfonso XIII del país. Alcalá-Zamora ocupó la presidencia del gobierno provisional de la República Española hasta octubre de 1931, cuando fue sustituido por Manuel Azaña. El 11 de diciembre de 1931, Alcalá Zamora juró como primer presidente de la II República Española.

La falta de tacto del cardenal primado Pedro Segura tensó las relaciones Iglesia-Estado durante la Segunda República, aunque tampoco se mordió la lengua ante Franco

ROCHA PIZARRO, NUEVO VICARIO EPISCOPAL

La noticia de su elección como nuevo vicario episcopal, tras la dimisión del cardenal Segura, la tomamos del diario ABC del martes 6 de octubre de 1931, en la que se dice lo siguiente:

“Poco después de las diez de la mañana se reunió el Cabildo primado en la sala capitular de la Catedral, para proceder a la elección del vicario episcopal del Arzobispado en sede vacante. Concurrieron la casi totalidad de los capitulares, presididos por el deán, Sr. Polo Benito. Entre los canónigos figuraba el diputado a Cortes por Toledo D. Ramón Molina Nieto. No asistió el capitular don Emiliano Segura, hermano del arzobispo dimisionario. La reunión se prolongó cerca de una hora. A las once se supo que había sido elegido vicario capitular por unanimidad el obispo de Aretusa D. Feliciano Rocha Pizarro y que la designación de ecónomo de la mitra había recaído en el deán señor Polo Benito.


Documentos de la Sección de Diversos del Archivo Histórico Nacional

270 AÑOS DEL TERREMOTO DE LISBOA (1 DE NOVIEMBRE DE 1755)

270 AÑOS DEL TERREMOTO DE LISBOA (1 DE NOVIEMBRE DE 1755)

Cronista Oficial de Montijo y Lobón

Un día de como hoy, 1 de noviembre de 1755, festividad de Todos los Santos, ocurrió el Terremoto de Lisboa, que por su duración y virulencia ocasionó cerca de cien mil víctimas. El ochenta y cinco por ciento de los edificios de la capital lisboeta sufrieron considerables daños. El seísmo recorrió el territorio portugués y el reino de España, no siendo ajenos los daños producidos en los territorios extremeños, y, evidentemente, nuestra comarca no fue una excepción.

La iglesia de Lobón quedó inhabitable por el gran destrozo que hizo en sus bóvedas y torre, permaneciendo varios años cerrada al culto. Varias ermitas de la comarca: Montijo, Lobón y Puebla de la Calzada padecieron las secuelas del mismo. En Montijo, aún es visible el impacto que causó en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol.

Varios fueron los contratistas que licitaron las obras de la iglesia de Lobón, tras el terremoto de Lisboa. La documentación estudiada referencia a Lorenzo Álvarez Santos, maestro alarife de Mérida; Francisco Santos y compañía, de Badajoz; Francisco Merchán, Diego Álvarez, Juan García y compañía de Zafra; Fernando y Tomás Feria de la ciudad sevillana de Carmona. Ninguno de ellos logró el remate de las obras, que recayó en Marcelino Pérez Valera, maestro de origen portugués y vecino de la ciudad de Mérida, en 60.300 reales. La fecha del remate de las obras se hizo el 5 de septiembre de 1766.

El retablo mayor de Ntra. Señora de la Asunción de Lobón, obra de Luis de Morales, concluido en 1556, sufrió un grave deterioro, la documentación señala “del retavlo se han caido algunos Santos y Piezas de el”. El programa pictórico contenía seis tablas hechas a pincel con pasajes de la vida de la Virgen, acompañadas de la imagen labrada de la Asunción, seis apóstoles y un calvario que remataba el ático. La causa de la desaparición de este retablo hay que buscarla aquí, en las graves secuelas que sobre el templo causó el terremoto de Lisboa.

Durante los años que el templo parroquial estuvo cerrado, el culto, la administración de sacramentos y las actividades pastorales se hicieron en el convento franciscano de Santiago y en la ermita de Ntra. Sra. de los Remedios, aunque ésta también acusó las secuelas del terremoto.

Alonso Marcos Mendo, cura párroco de Lobón, al día siguiente de producirse el seísmo, 2 de noviembre de 1755, escribe a la duquesa viuda de Arco, propietaria de la villa y de los diezmos de su término, en el que dice: “la torre de la referida Yglesia se havrio por muchas partes, la voveda del campanario dio en tierra, las bóvedas de la Yglesia dela grada del Altar Maior para abaxo se han caido muchos pedazos de modo que ha quedado inavitable por la grande ruina que esta amenazando. A S.M. coloqué en San Francisco y despues con la misma azeleracion saco los copones de la referida Yglesia y los coloco en el Nicho donde esta Nuestra Sra. de los Remedios en donde permanecen estando tambien dicha Hermita vastante derrotada y en una Palabra se halla sin Yglesia por estar todas las Hermitas del mismo modo”.

El 5 de noviembre de 1755, los maestros alarifes Juan Luis y Manuel Ramos, vecinos de Montijo y Puebla de la Calzada, emitieron un informe sobre el estado de la iglesia: “que habiendo visto y rastreado por fuera y por dentro la Yglesia de dicha villa, suvieron a su campanario y que segun sus inteligencias y saveres desde la cornisa y por baxo de las campanas está todo demolido de forma que los quatro Postes de dicho campanario desde donde se tocan las campanas hacia arriva estan caiendose, que las Bovedas desde el arco de la capilla maior hacia vaxo todas están demolidas, dando que devaxo de ellas no se puede estar por la ruina que amenazan, que la Capilla Maior y la Sacristía y capillas de San Juan no advierten daño notavle solo si el retavlo se han caido algunos Santos y Piezas de el pero que dichas capillas y Sacristia no se pueden usar por ser necesario pasar por las otras bóvedas y que combiene que dicha Yglesia este cerrada”.

Las obras se demoraron debido a la testamentaria de la duquesa de Arcos y a la compra por parte del duque de Uceda, a los herederos de ésta, de las propiedades de la casa de Lobón, al no disponer de certificación del Contador de los diezmos percibidos por la duquesa desde el año del terremoto hasta su fallecimiento. Hasta 1792, finales del siglo XVIII, no se concluyeron las obras de canceles, retablos, órganos y atrios de la iglesia.

FUENTE DOCUMENTAL:
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Sección Nobleza. Ducado de Frías, C-1503, D.3.

EL CEMENTERIO DE ZARZA LA MAYOR Y LA FIESTA DE LOS SANTOS Y LOS DIFUNTOS

EL CEMENTERIO DE ZARZA LA MAYOR Y LA FIESTA DE LOS SANTOS Y LOS DIFUNTOS

CRONISTA OFICIAL DE ZARZA LA MAYOR

Antes de la construcción del actual Cementerio Municipal, los enterramientos se hacían en la iglesia y alrededores y en los terrenos contiguos a la ermita de San Antón o San Antonio Abad ( actual Centro de Identidad la Encomienda de Peñafiel) y en algunos casos en el Castillo y en San Bartolomé. Es en 1885 cuando se decide el lugar de construcción, aunque parece ser que en principio no iba situado en la actual ubicación y debido a algunos inconvenientes como la calidad del terreno y algún perjuicio a los derechos de algunos vecinos, se acordó, por unanimidad, que se edificara por cima de los hornos de ladrillo, tejar, haciendo, que al final, se situase en el lugar actual.
>En 1886 se inauguró el actual cementerio bajo la advocación y nombre de «Nuestra Señora de la Piedad», Madre afligida por la muerte de su Hijo, Madre que acoge, donde fueron trasladados todos los restos procedentes del anteriormente mencionado cementerio de San Antón. Fue construido por albañiles de la familia de los Requejos y bendecido por el párroco Don Nemesio Mateos Ollero el 11 de julio de 1886 siendo alcalde Don León Gazapo de Sande. Don Nemesio Mateos Ollero, natural de Casar de Cáceres que falleció el 30 de agosto de 1891, a pesar de llevar ya construido el cementerio cinco años, fue la última persona enterrada en la ermita del Castillo, según lo atestigua una lápida que se encuentra en mencionada ermita, en la nave, antes del presbiterio en el lado de la espístola. La primera persona enterrada en el Cementerio de la Piedad fue Juan Ruiz Cáceres el 17 de julio de 1886, seis días después de su bendición.
El cementerio ha sufrido diferentes remodelaciones y ampliaciones y en actas municipales podemos encontrar solicitudes de terrenos por diferentes familias para construirse sus enterramientos. Así en 1897 un vecino solicita tres metros de terreno para construir un panteón previo pago de lo acordado al Ayuntamiento. En 1939 otro vecino solicita cuatro metros de terreno y se le concede a diez pesetas por metro. En el año 1956 nuevamente otro vecino solicita construir un nicho por valor de 100 pesetas.

Además de los panteones, galerías de nichos y alguna sepultura en tierra, reposo eterno de los zarceños, desde el día 8 de diciembre de 2012, a la entrada del Cementerio hay un monolito de granito que dice: “ A los que dieron su vida por la libertad fusilados en el verano de 1936” y se escriben los nombres de dieciséis personas, con el siguiente epitafio “Nombres escritos, tumbas vacías, os seguimos buscando”.
>Cuenta el cementerio con 69 cruces de forja de bonita fábrica que coronan otros tantos panteones, un altar de cantería para la celebración de la misa el día de los Difuntos, un crucero y una bella entrada que tuvo que ser trasladada con motivo de la ampliación del campo santo por su parte izquierda, entrada con arco de medio punto, arco coronado por tres cruces en granito. En la puerta reza «Cementerio Municipal».
En esta festividad de Los Santos y los Difuntos, uno de los momentos más deseados por los monaguillos fue siempre la noche de los Santos. La costumbre consistía en que los días previos a esta celebración, los monaguillos salían por las calles a pedir alimentos y alguna moneda a los vecinos para pasar la noche en la terraza y campanario de la Iglesia, con la finalidad de «doblar» durante toda la noche por los difuntos. Una estampa inolvidable era aquella que se observaba desde el tejado de la Iglesia y que no era otra que el resplandor a lo lejos, en el cementerio, de cientos de velas que durante el día, los familiares de los seres queridos habían depositado, por lo menos, para iluminarlos esa noche.
>No a todos los monaguillos les dejaban sus padres pasar allí la noche entera, solo cuando tenían una determinada edad, el hecho se convertía en algo autorizado por los progenitores. La noche la pasaban bien, incluso eran muchos los niños y jóvenes que sin ser monaguillos deseaban subir a la terraza y por ello merodeaban por los alrededores de la iglesia para ver si por casualidad conseguían calentarse cerca de la hoguera que allí se prendía. Los monaguillos disfrutaban, pues la dadivosidad había sido grande y al lado de la lumbre pasaban la segunda noche del mes de las ánimas benditas.
Las festividades de Todos los Santos y los Difuntos eran para los monaguillos los días de “más trabajo”. Entre misas, noche en el campanario, acompañando al sacerdote en el rezo o canto de los responsos en el cementerio, sin saber lo que decían (pues los rezaban o cantaban en latín), constituían unas jornadas agotadoras.
>Hoy el Cementerio Municipal de Zarza la Mayor presenta una estampa envidiable acorde con lo que merecen los seres queridos de todos los zarceños, encontrando allí su descanso eterno.
D.E.P.

LOS CEMENTERIOS DE MONTIJO

LOS CEMENTERIOS DE MONTIJO

El interior de las iglesias y sus aledaños acogían los cuerpos de los difuntos. Se pensaba que los enterramientos en el interior del templo hacían más efectivos los sufragios, al facilitar el recuerdo de los muertos y favorecer la intercesión de los santos. Dependiendo de la posición social, a pesar que la muerte a todos nos iguala, se ocupaban o no lugares preeminentes dentro de estos recintos sagrados.

Así, los hombres y mujeres de Montijo se enterraron en las iglesias de San Isidro (primera parroquia documentada), la actual de San Pedro Apóstol y ermita de Jesús Nazareno (hospital de pobres y transeúntes). Especificando los anotadores parroquiales en las actas de defunciones, expresiones como: se enterró en la grada de arriba, grada de abajo, en la capilla, en la puerta, en el exterior, etc.

Una Real Cédula, en 1787, de Carlos III prohíbe los enterramientos intramuros, ordenando la construcción de cementerios fuera de las ciudades. Sin embargo, no sería hasta el siglo XIX, al fenecer el Antiguo Régimen, cuando se construye el primer cementerio en Montijo. Las autoridades buscaban con los nuevos recintos mejores condiciones higiénicas y espacios más amplios.

Caso especial es el del convento del Santo Cristo del Pasmo de las hermanas pobres de Santa Clara (religiosas clarisas) que desde la fundación del convento se enterraban en él. Primero en el coro bajo y desde comienzos del siglo pasado en un espacio habilitado colindante con la huerta.

CEMENTERIO CATÓLICO (HOY PARQUE MUNICIPAL)

Fue el 28 de junio de 1807 cuando se inauguró el cementerio de Montijo, del que era propietario la Iglesia, promocionando su construcción la VI condesa de Montijo, María Francisca de Sales de Portocarrero Guzmán y Zúñiga, que pasaba aquellos días de obligado destierro impuesto por Manuel de Godoy en su casona de labranza, vieja casa de la Encomienda, pidiendo que el cementerio tuvieses una capilla para así honrar el lugar y los que se enterrasen en él. Cementerio que se situó en el norte de la población (actual parque municipal) y del que dijo Madoz, en 1848, que “al norte, en una altura, un cementerio que no ofende a la población”.

Basta con practicar un rastreo por los acuerdos inscritos en las actas de las sesiones municipales en el último tercio del siglo XIX para ver la preocupación e interés de las autoridades sobre el cementerio y el poco espacio del que se disponía al ir creciendo la población. Cuando llegaba alguna epidemia las carencias se acentuaban. No sería hasta 1914, siendo alcalde Francisco Rodríguez Cavero, cuando los responsables municipales deciden construir un nuevo cementerio, basándose que el que ocupaba el actual parque municipal se encontraba en mal estado, se había quedado pequeño y estaba ya muy próximo a él la población.

CEMENTERIO MUNICIPAL (1914)

El 27/junio/1914 el Ayuntamiento compró 10.643 m2 de terreno rústico a Amparo Lorenzo Codes, que segrega de una finca de su propiedad, sita en el camino de La Roca de la Sierra, ajustándose el precio de la compra-venta en 5.125 pesetas, cuyo destino era construir sobre esta finca el cementerio municipal. Días más tarde, el 10 de julio, fueron adjudicadas las obras proyectadas por el arquitecto provincial Ventura Vaca a Modesto Cabezas de la Riva en el precio de 25.600 pesetas. Ventura Vaca (1855-1938) realizó, entre otros, los proyectos del paseo del campo de la iglesia y el Matadero Municipal de la calle Virgen de Barbaño. Sin embargo, la construcción de los primeros nichos (diecisiete grupos de tres nichos) fue adjudicada el 30/abril/1915 al maestro de obras José Marín Rodríguez. El primer sepulturero fue José Arnela, al que el Ayuntamiento le ajustó un salario diario de dos pesetas.

A partir de entonces comenzaron los enterramientos en este nuevo recinto, el actual, y al traslado de los restos del otro cementerio que desde el Ayuntamiento lo convirtió en una glorieta, iniciándose así las obras del actual Parque Municipal. Junto a ello tres maestros de obras: José Marín Rodríguez, Antonio Cabezas Martín y Modesto Cabezas de la Riva presentaban, febrero de 1927, en el Ayuntamiento de Montijo un proyecto para construir una nueva barriada de casas entre el clausurado Cementerio y el camino de La Roca de la Sierra, casas que acogieron las actuales calles Isaac Peral, Virgen de Guadalupe, Adelardo Covarsí, prolongación de Reyes Católicos y Tentudía.

Manuel García Cienfuegos

Cronista Oficial de Montijo y Lobón